Por Sebastián Butticé
¿Dónde se concibe un hijo? me preguntó una vez una ginecóloga que trabajaba en Fertilidad. Y mientras yo pensaba una respuesta alojada en alguna parte del cuerpo de la mujer ella responde, “en el deseo” y tal vez sea desde ahí donde haya que comenzar esta nota. La medicina reproductiva no tendría razón de ser si no fuera por el anhelo de personas de diferentes sexos, géneros, etnias, costumbres, religiones y edades que desean con mucha fuerza tener un hijo. Algunos dicen que es el acto más egoísta que uno puede tomar, a fin de cuentas ningún hijo pidió venir a este mundo, pero la verdad es que la mayoría de los padres y madres dicen sin ningún tapujo que darían la vida por esa progenie.
“La medicina reproductiva es un área donde hay un interjuego entre la demanda social y el alcance médico y si bien en otras áreas de la medicina uno trata una enfermedad, acá se trata de un deseo” explica el el Dr. Carlos Morente, Director Médico del Centro Médico Proar que se especializa en medicina reproductiva. “Además hay situaciones históricamente nuevas como una persona sola que quiere tener un hijo, parejas homoparentales (del mismo sexo), mujeres que quieren congelar óvulos para resguardar su reproducción para más adelante, la utilización de gametos (óvulos o espermatozoides) donados cuando no se pueden producir la propias, parejas heteroparental, es decir, son variadas situaciones donde la medicina, con su recursos, da su atención”.
Morente dice que “en las mujeres la biología es más exigente que con el hombre. Esto se debe a que la mujer tiene todos sus óvulos desde que nace y el hombre va produciendo sus espermatozoides a lo largo de su vida y en ese sentido los 40 años en la mujer es un punto de inflexión, después de esa edad su capacidad reproductiva desciende en forma marcada año a año. Y a veces los tratamientos reproductivos llevan tiempo, incluso mucho tiempo, con lo cual es aconsejable empezar a pensar la reproducción desde los 30 años o tal vez antes y después tomar la conducta que cada persona considere conveniente”.
Por su parte el Dr. Lisandro Legascue explica que para esta disciplina se toma a la pareja como una unidad y destaca la importancia de que los pacientes sepan que “en la mayoría de los casos la medicina reproductiva tiene algo para ofrecer, a veces no es la respuesta que el paciente desea escuchar, pero por lo general uno tiene herramientas para ayudarles. Con diferentes resultados pero siempre se puede hacer algo”. Una de esas respuestas difíciles de escuchar puede ser que, por ejemplo, la reserva ovárica esté agotada en una mujer o que haya algún problema seminal severo en el caso de un hombre y que haya que recurrir a una donación: “en esos casos hay personas que son permeables a esa posibilidad desde el minuto cero, hay otras que te dicen un no rotundo, ‘hasta acá llegué’ y también están las que se van con un no y vienen al tiempo para saber cómo es”. Además de tomar a las parejas como una unidad la Dra. Silvina Rinaldi aclara que en Proar se trabaja de manera multidisciplinaria, con urólogos, genetistas, endocrinólogos, cirujanos y psicólogos que abarcan la temática y las acompañan a las personas en tratamiento en la toma de decisiones.
El futuro de la Medicina Reproductiva
“Este aspecto molecular, la genómica, tal vez sea de las zonas de mayor desarrollo en la reproducción humana hoy” explica el Dr. Morente. “El avance está en el área del diagnóstico genético donde estamos poco a poco entendiendo el comportamiento de las células y del embrión y si bien estamos en una etapa diagnóstica, en la medida que sigamos avanzando tal vez podamos contribuir de manera terapéutica al comportamiento de esa célula”. Un ejemplo podría ser el estudio de células envejecidas y la posibilidad de rejuvenecerlas o la corrección de defectos en embriones, “son objetivos que demandan mucho estudio y mucho control para después aplicarlo en la clínica diaria”.
Es tal vez en estos avances donde se empiezan a debatir cuestiones vinculadas a la bioética, al respecto Morente aclara que las ideas y los conceptos con el tiempo se van modificando. “Cuando uno habla de reproducción genera mucho miedo, la primera vez que los ingleses intentaron hacer una fertilización in vitro (1978) tuvieron que cambiar de un centro universitario a uno privado porque eso era algo no ético. Hoy es la técnica que permite a muchas personas tener un hijo. El aprendizaje va diluyendo miedos y aumentando la confianza por la ciencia médica y siempre las pautas de cuidado, protección y control son las que nos marcan los pasos a seguir”.
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