“El futuro llegó hace rato… Llegó como vos no lo esperabas” (Todo un Palo. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)
En la historia de la humanidad sobran ejemplos de epidemias y pandemias, al recorrer la historia de la Medicina sin necesidad de pasar demasiadas páginas hacia atrás, vemos imágenes en blanco y negro de la gripe española, o al leer la magnífica obra “La Peste” de Camus, sabíamos que una pandemia era algo probable. El aviso de la reciente gripe A alertó de que lo probable podía ser posible. Aun así creo que nadie imaginó este presente, se están escribiendo páginas que la historia de la humanidad va a recordar, 2020 el año de la pandemia, el año del coronavirus. Lo esencial es invisible a los ojos, la humanidad en jaque por algo minúsculo e imperceptible a los sentidos.
Nuestro cerebro necesita representar la amenaza como real y para nosotros real es lo que se puede percibir, tenemos que representar esa amenaza fantasmagórica y allí en que la amenaza es el otro, me separo del otro, aislamiento, distanciamiento social, 2 metros, barbijo, máscara facial, no tocarse, no abrazarse, no besos, no contactos, SEPARACIÓN. Una vez más nuestra percepción se ve afectada, no podemos ver, escuchar, tocar, compartir espacio con el otro. Nuestro modo de vida estallando en mil pedazos.
Ni al más creativo director de ciencia ficción, ni al más perverso guionista del espanto y del terror se le hubiese ocurrido esta pandemia. Cocktail de amenaza imperceptible, sin remedios, sin vacunas, nos puede afectar a todos, a nosotros, a nuestras familias, seres queridos, amigos, vecinos, con capacidad para generar la muerte y de la peor manera, asfixiándonos. En fin, respuesta esperada, terror, miedo, pánico, y sus consecuencias, el otro puede ser el que me contagie, estigmatización de enfermos, escraches a infectados y hasta del personal sanitario, persecuciones, noticias falsas. Desnudó las miserias de una sociedad presa del miedo y del pánico.
Otro fenómeno que se hizo más notorio, es el de la infoxicación o infodemia, el exceso abismal de sobreinformación, un bombardeo inagotable de imágenes, videos, teorías, hipótesis, que lejos de permitir sacar conclusiones válidas, generan una cortina de humo que no permite ver lo realmente valioso y verdadero, se mezcla todo, se contradice, agota, asusta.
El desafío como personas y como sociedad, estimo, es aprender y sacar provecho de esto, aunque parezca, y probablemente sean lamentables sus consecuencias en daños económicos, sociales, emocionales y de vidas perdidas; no podemos permitirnos no aprender y replantearnos nuestro futuro como sociedad. Esto va a pasar, quizá aparezca la vacuna y en tiempo más se convierta en un mal recuerdo, una anécdota para contar a nuestros nietos, pero si todo sigue igual y no aprendemos de esta experiencia, sería una oportunidad perdida, quizá la única para replantearnos globalmente hacia dónde vamos como sociedad.
De repente, nos sobró el tiempo y muchos no saben qué hacer con ese tiempo disponible, vivimos corriendo como locos agitados sin ir a ningún lado, nos dimos cuenta que lo que más extrañamos son las pequeñas cosas, los detalles, los encuentros con amigos, las ganas de abrazar a un padre o a un abuelo, la mesa llena de afectos compartiendo un domingo. Quizá llego el momento en que dejemos de correr hacia ningún lugar, en que valoremos el tiempo que la vida nos ofrece, en cuidar nuestro estado de ánimo, en buscar la felicidad en los pequeños detalles, en saber que el individualismo, las metas unipersonales, el éxito mercantilista y la competencia salvaje debería abandonarse como modo de vivir y de ser de una sociedad. En fin, la pandemia como una oportunidad que no podemos permitirnos desaprovechar.
Artículo publicado en el Facebook de Fundación Ciencias Médicas.
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